La orquesta
Mí llanto recorría a gran velocidad las rutas imaginarias que trazaban las cuerdas. Era mí última balada con ella. El jefe de camarote terminaba de decir que no necesitaba más de mí show. Mí novio una semana antes de embarcarme me había confesado que estaba enamorado de otra. Ya nadie parecía necesitarme; ni siquiera mí tía Raquel que ya tenía enfermera propia.
Mí bajo tenía mí nombre: Alma Violeta. Y con esta despedida también de mí público; había perdido no solo mí nombre y mí alma, sino todo hasta mí sombra.
Comentarios
Publicar un comentario