Todo empezó con el viento (Relato Corto)
TODO EMPEZÓ CON EL VIENTO
TODO EMPEZÓ CON EL VIENTO
“Todo empezó con un fuerte viento que azotaba el ventanal y un golpe de puerta que lo reforzaba al cerrarse. Cuando María Esther le dijo a su marido aquello del viento, él no atinó a nada. Se quedó como congelado en la actitud de mirar hacia el picaporte y los ojos clavados en los ojos de su mujer.”Aun así, ante la comandante e insistente mirada de ella; él se paralizó, no podía salir del bucle de pensamientos y caos que aquella situación le provocaba.
La situación parecía repetirse cada día cuando su hija Paula, la más chica, y la que aún los acompañaba en el hogar llegaba. Aunque en base a sus propios cálculos; esa situación no duraría por mucho tiempo, ya que ellos deberían tomar una decisión al respecto. Y por su parte Paula no aguantaba la convivencia tampoco, ya que definía a sus padres como castradores, hipocondriacos y enfermos sin remedio, que la estaban volviendo loca.
Mientras duraba la indiferencia de su marido, Maria Esther estaba que trinaba y parecía caminar por las paredes. Las locuras de su hija adolescente la atormentaban junto a sus llegadas tarde del colegio. Eran frecuentes sus escapadas agitadas y sin previo aviso cómplices con amigas que a su parecer no eran amigas reales ya que no la cuidaban. Todo siempre terminaba al poco tiempo de su partida, cuando algo sucedía y Paula sin más remedio, llamaba a sus padres frente a alguna emergencia.
Habían ocurrido ya tres accidentes en la carretera en lo que iba del mes. Uno de ellos, y el primero de una larga lista de incidentes fue aquella vez que Paula decidió vacacionar en la estancia de los padres de su amiga Victoria, alejada de la ciudad, unos 120 km.
Relató que el viaje fue tranquilo: música, risas y un poco de alcohol para empezar; pero nada que no estuviera en su control. Excepto por el hecho de que no pasó mucho tiempo hasta que ella se diera cuenta que no había cargado su medicación. Eran indispensables las dosis diarias ya que eran cada 8 horas y la última vez que fue a la consulta con su médico, él se encargó de aumentar unos cuantos miligramos a cada ingesta.
Cuando llegaron a la estancia, paradójicamente hermosa y con un paisaje que dejaba a cualquiera absolutamente perplejo, Paula sentía una música alrededor algo extraña y que no sabía de dónde venía. Victoria mientras tanto parecía bailar; pero ella llevaba puestos sus propios audífonos.
Paula borró las preocupaciones de su mente, y se mentalizó que nada pasaría. Al llegar la noche, cenaron con Vicky que más tarde traería unos amigos para salir a pasear y beber algo por el pueblo, pero eso no le interesaba tanto como una puerta negra que tenía un gran cartel y obviamente estaba bloqueada. Preguntó Paula por la puerta y recibió una respuesta tonta, de que la misma contenía armamento de su padre y por eso, esa habitación permanecía cerrada teniendo sólo acceso el padre de Victoria.
Paula no quiso indagar tanto en por qué la necesidad de armas o si sería alguna colección de armas para caza. Comenzaron a conversar sobre otros temas más relajados y los chicos conocidos de ella, no tardaron en llegar. Hasta incluso tardaron menos de lo anticipado y se notaba que ya habían tomado algo antes por sus caras alegres y deformadas.
De repente Paula sintió una punzada fuerte en el estómago y un malestar muy fuerte. Sintió como Cristian, su amigo, se reía a carcajadas haciendo gracias de probar su palo de baseball en su ciático. Inmediatamente Paula cayó al piso y Victoria pidió que no la siguieran molestando, pero los chicos seguían riendo y pateándola sin ningún sentido aparente.
Igual rápidamente los tres se fueron. No se sabía hacia dónde pero marcharon del lugar con gran prisa. Maria Ester se enteró a las tres noches después cuando Paula logro levantarse del piso con un dolor de riñón nunca antes experimentado y tuvo la suerte de que un vecino le prestara un teléfono ya que su móvil estaba a su lado hecho pedazos posiblemente durante la gran paliza.
Su madre siempre repetía: _ “Vivir con un loco te enferma”. Y no sé si lo decía por su marido, con el que ya habían compartido 33 años de un matrimonio armado por sus padres mediante un importante arreglo económico. El padre de Maria Esther era Juez y el padre de Oscar (su marido) era Intendente local. Un pacto entre familias que nunca se conocería a ciencia cierta; pero que había amargado gran parte de la vida de Maria Ester, sin amor, escaso sexo, y en su mayoría forzado que habían dado fruto a un compromiso ya pactado también,en el que se contemplaba tener como herederos dos hijos; una nena y un varón, y que por razones que solo la naturaleza o la ciencia conocen nacieron dos mujeres, que vinieron a precipitar en un hogar enredado de discusiones y golpes para callar verdades, traiciones, chanchurros económicos. ¡Y vaya Dios a saber qué más!
La hija mayor había partido a Europa hace muchos años queriendo olvidar sus raíces y su vacuidad. Con diferencia de tres años, nació Paula, inquieta, curiosa y presentando problemas para relacionarse ya desde temprana edad.
_” ¡Debería haber parado todo aquel día en la boda. Si todo! Sin importarme la presión social, la opinión de mis amigas o mis padres. Mira cómo terminó todo… se repetía firme pero tristemente, María.
Ya no sabía quién era la loca de la familia, su mundo ya no parecía real y nuestra vida se había desbaratado en episodios de diversas índoles inclusos presenciando extensas causas penales y Paula, era solo una adolecente.
La esquizofrenia se la detectaron a Paula a edad temprana y parecía avanzar y arrastrarla de la mano, a gran velocidad. El tema, y la preocupación real de Maria era que por estar tanto a su lado; acompañándola, cubriéndola en sus arrebatos y episodios de violencia, ella se notaba perdida y diluida en su hija. Juntas co-existían a la vez en una realidad llena de caos y más caos esparcido en distintas realidades. Muchas de estas, a veces ni acontecían pero pasaban y juntas las compartían.Eran para estas alturas un monstruo simbiótico y mutante. Un monstruo de dos cabezas.
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